Para ti, papá, para ti mamá, para ti Natalia. Para vosotros.
Llevo unos meses un poco distante, un poco tenso, cerrado en mis pensamientos, presente pero como si habitara en otro lugar.
Llevo un tiempo encerrado en una idea, en un proyecto. He estado viviendo en una ruina en un lugar de Menorca, tan lejos de casa, pero a la vez tan cerca… Aunque en realidad, nunca he salido de ella.
Me acuerdo perfectamente cuando visitamos la isla por primera vez, tenía diez años. Nos atrapó. Supimos que volveríamos. Y volvimos. Tiene ese algo que no sabes qué es, pero te envuelve y te atrae, no puedes soltarte.
Hace unos meses decidí volver, no fui de vacaciones, tenía un objetivo. Encontrar un lugar, construir un hogar, finalmente construí una ruina.
Al principio no había nada, hacía frío. Pero os notaba muy cerca. No fue tarea fácil, pero me rodee de personas que me daban los mejores consejos.
Por las mañanas iba colocando piedra a piedra y por las noches me refugiaba entre ellas.
Cuando encontré la parcela estaba claro que la vegetación se había apropiado de ella hace ya muchos años. El lugar me dio la clave sobre la cual iba a girar el proyecto.
La intención es que la casa se funda con el entorno; que la naturaleza se adueñe también de ella. Que el paso del tiempo le siente bien. Como si de una ruina se tratara, como si siempre hubiera estado allí.
La parcela se encuentra en un lugar elevado frente al mar, con una pequeña pendiente y dos accesos. Uno es un caminito de piedra que se esconde entre los pinos y que da un acceso más íntimo a la parcela por su parte superior. Mientras que el otro, es una de las principales calles de la urbanización, que da acceso a la parcela por su parte inferior.
Tiene una excelente orientación, pasante este-oeste. El sol sale por los pinos y se pone por el mar y la casa se abre a ambas orientaciones.
Se construye sobre un podio de piedra en un último intento de vencer a la naturaleza y con la intención de acercarse al paisaje. Además, esconde un forjado sanitario. Todas las estancias principales se abren a esta plataforma, mirando al mar; excepto los dormitorios, donde la naturaleza le ha ganado terreno a la vivienda. Es por eso qué las camas se introducen en los muros, configurando un lugar en el que poder cobijarse y sentirse protegido.
La estructura de muros portantes de piedra marés es la que configura las distintas estancias. Entendiéndose el espacio como una “enfilade”, una sucesión de espacios que van acercándose al mar. Esta sucesión de espacios se ve reforzada por los techos de bovedilla cerámica que se reproduce también en el despiece del pavimento.
Paralelamente a esta “enfilade” y por el exterior aparece un pórtico inspirado en los templos clásicos. Configura un patio de entrada por la parte superior de la parcela y se convierte en un recorrido exterior de la vivienda unificando la entrada superior y la entrada inferior con un segundo patio que da acceso a la sala de estar. Por otro lado, el pórtico hace de filtro dando privacidad a los principales espacios.
Ver como crecía y como adquiría forma semana a semana no se puede describir con palabras.
Cuando llovía las gárgolas escupían el agua, que caía como cascadas hasta regresar al terreno.
Mi parte favorita de la casa, sin ninguna duda, escalar a la cubierta y pasar las horas. La puesta de sol. Las estrellas.
La vida allí se iba haciendo poco a poco más agradable. Pero faltabais vosotros.
Ahora, espero que podáis disfrutar de esta casa como la he disfrutado yo y, aunque sólo sea por las noches, que se convierta en la casa de vuestros sueños y que la compartamos juntos.
Con cariño,
Sergio.
